Cuando acabamos de comer entramos en un estado
incomprensible, inexplicable, que no tiene pies ni cabeza ni lógica alguna y
que te hace estar más sensible.
Puede que nunca lo hayas experimentado porque no se nota así
como así. Y no se manifiesta todos los días, claro. Solo que si se cumplen unas
condiciones y si estás un poquito pendiente y atenta, seguro, seguro que lo
notas.
Lo primero que debe ocurrir para que se dé este estado en tu
cuerpo es haber comido mucho. Sentirte llena, con la tripa, las piernas y el
cerebro pesados. Lo segundo es que, de no pensar, empieces a hablar muy
despacio y sin sentido y que las cosas más absurdas del mundo te provoquen una
risa espantosa. Y lo tercero es que tengas ganas de encontrar el botón que
activa tu Digestión de la Risa. Puede que estés sola, también lo vas a
encontrar; pero si estás con más gente puede que os sintáis todas así y
compartáis la Digestión de la Risa.
Bien. Una vez que se dan todas las condiciones comienza el
juego. Aquí va una serie de propuestas que se pueden llevar a cabo para generar
este peculiar estado.
Intentaremos subir una escalera
con las zapatillas mal puestas (como saliéndose), y los demás abajo observando.
Si es posible, se puede portar algo también. Esto empezará a mostrar los
primeros síntomas de esta risible locura.
Podemos buscar algo pero sin
querer encontrarlo. Ejemplo: en una baraja de cartas busca “x” carta. O
plantearnos un reto que conseguir, pero, de nuevo, sin poner demasiado
esfuerzo: “Mete esta pintura en su caja”.
Trataremos de expresar una idea
muy importante o poco importante, pero sin poner mucha atención a la gramática
o a la concordancia de la oración.
Trataremos, sin éxito, de
comprender las ideas de los demás.
Nos tumbaremos boca arriba y
haremos la cucaracha.
Seguiremos intentado tener una
conversación normal.
Haremos ruidos raros o lo que nos
pida el cuerpo. Y pediremos aquello que creamos que necesitemos (algo
asequible; ejemplo: una manta) para estar a gusto.
La cosa es dejarse llevar, escuchar a tu cuerpo y
exteriorizar lo que ocurre con naturalidad. Si lo conseguimos nos empezaremos a
fusionar con la tierra llegando por fin a una calma a la que no es fácil entrar
desde la Digestión de la Risa pero que sienta de maravilla.