domingo, 24 de mayo de 2020

Soy como el árbol



Soy como el árbol que aguanta erguido el fuerte viento

Cuyas raíces conservan el contacto profundo con la tierra

Que se marchita en otoño y se hiela en invierno

Para enverdecerse en primavera

Y disfrutar del sol veraniego

Soy como el árbol que alberga vida

Y llora con la lluvia

Estable, como la montaña

Capaz de inclinarse ante una hormiga

Que gesta anhelos en su vientre de madera

Y acoge el sueño de viajeros perdidos

Soy como el árbol que crece siempre hacia arriba

Aunque nunca sepa si llegará a alcanzar el cielo




jueves, 14 de mayo de 2020

Derecho a soñar, a delirar, a apreciar el silencio

Pier Paolo Pasolini escribía allá por el año 1974 a cerca de una recesión, un cambio de paradigma, un ser humano que sucumbido en el consumismo se ve a sí mismo caminando cabizbajo en una ciudad gris. Con una única luz en sus ojos, que no es de dinero, dice, si no de amor.

De lo mismo habla Eduardo Galeano cuando nos invita a delirar sobre un mundo con el aire limpio de miedos, donde se reescriba la historia y no haya niños en la calle, donde no vivamos para trabajar, donde reconozcamos a la naturaleza como parte de nosotros y cuidemos que no sufra. Donde los nadies algún día dejen de serlo nada más nacer.

Galeano, que siempre nos invita a soñar, que eternamente vive en cada uno de nuestros sueños.

Dos maestros cuyas reflexiones son más que adecuadas para estos tiempos.


La recessione, Pier Paolo Pasolini

Veremos de nuevo pantalones con parches
rojos atardeceres sobre los pueblos
de coches vacíos
llenos de pobre gente que habrá vuelto de Torino o de Alemania
Los viejos serán dueños de sus propios bancos como sillones de senadores
y los niños sabrán que la sopa es escasa y lo que significa un trozo de pan
Y la noche será más negra que el fin del mundo y oiremos los grillos y los truenos
y quizás algún joven entre los pocos que han vuelto al nido sacará una mandolina.
El aire sabrá a trapos mojados
todo estará lejos
trenes y buses pasaran de vez en cuando como en un sueño
Y ciudades grandes como mundos estarán llenas de gente que va caminando
con ropas grises
y dentro de los ojos una pregunta que no es de dinero sino solo de amor
únicamente amor
Las pequeñas fábricas en la mejor parte de un césped verde
en la curva de un río
en el corazón de un viejo bosque de robles
derrumbarán un poco cada noche
muro por muro
chapa por chapa
Y los antiguos edificios
serán como montañas de piedra
solitarios y cerrados como estaban hace un tiempo
Y la noche será más negra que el fin del mundo
y de noche oiremos los grillos y los truenos
El aire sabrá a trapos mojados
todo estará lejos
trenes y buses pasarán
de vez en cuando como en un sueño
Y los bandoleros tendrán el rostro de hace un tiempo
con el pelo corto sobre el cuello
y los ojos de sus madres llenos del negro de las noches de luna
y estarán armados solo de un cuchillo
La pezuña del caballo tocará la tierra ligera como una mariposa
y recordará lo que ha sido el silencio del mundo
y lo que será.



Traducción: Teresa Ballerini



martes, 5 de mayo de 2020

La risa de las mujeres


Qué curioso que entre las consecuencias del coronavirus, además de la reflexión sobre la libertad, la gestión económica o las relaciones interpersonales, se esté poniendo la mirada sobre la gestión política. En concreto la que están llevando algunos (pocos) países liderados por mujeres. Los análisis tienen que tener en cuenta más variables que las aparentemente más obvias, pero lo cierto es que la escasez de países liderados por mujeres en el mundo y el hecho de que de esos 10 (de todo el mundo, 10), 7 estén en la lista de los países que mejor están gestionando la crisis, tiene su gracia. Habrá cien mil variables que influyen en cada situación, pero cuánto me alegra que el coronavirus sirva también para que observemos la realidad política de este nuestro querido planeta. Demasiadas pocas mujeres en política. Qué curioso, decía Ignacio Varela, que no ha habido dictadoras mujeres.

Un poema de Lisa Mueller del siglo pasado y que, sin embargo, parece adecuarse a la actualidad.
A todas las mujeres, a todas las madres, de criaturas y de creaciones.

La risa de las mujeres
La risa de las mujeres incendia
los Salones de la Injusticia
y las falsas evidencias arden
en un hermoso resplandor blanco.
Tintinea por las Cámaras del Congreso
y abre las ventanas de par en par
para que los discursos fatuos se vayan volando.
La risa de las mujeres desempaña
los anteojos de los viejos;
les contagia una gripe feliz
y ellos se ríen como si fuesen jóvenes de nuevo.
Los prisioneros en sus mazmorras
imaginan que ven la luz del día
cuando recuerdan la risa de las mujeres.
Ella corre a través de las aguas que dividen
y como una bengala que da la noticia a cada bando
reconcilia las orillas hostiles.
Qué lenguaje éste, el de la risa de las mujeres,
subversivo y de alto vuelo.
Mucho antes de la Ley y la Escritura
nosotros escuchábamos esta risa y entendíamos la libertad.

La imagen es de la artista Iris Serrano, que tiene un libro precioso llamado Mujerario.

jueves, 30 de abril de 2020

Aplausos también para las artistas

El sistema, el mercado, no es nada sin nosotrxs.

Como dice Santiago Alba Rico en su artículo Apología del contagio, este virus no ha desvelado la debilidad del sistema económico-social en el que habitamos, ha destapado la verdad que lo define; que su sostenibilidad depende de aquellos que lo sustentan, de aquellos a los que explota para estar arriba del pódium. El capitalismo se ha delatado por sí mismo. Se cae porque no estamos ahí para soportarlo. Como la metáfora del primer y el tercer mundo, esa distancia simbólica necesaria para que el primero exista.

Pues bien, ahora que tenemos al sistema cogido por el mango… volquemos la barca.

El sector de ocio y cultura, el colectivo de artistas y las distintas plataformas culturales de nuestro país están demostrando su enorme generosidad. Están dándole la espalda al sistema que, supuestamente, les da de comer. Museos, librerías y autores, dejan a libre disposición de la población sus obras, esas que tanto les ha costado financiar, esas con las que intentan ganarse la vida en una sociedad que no valora el arte. Músicos, cantautores, cuentistas y titiriteros, comparten en directo sus canciones e historias, realizan tutoriales, regalan sus acordes y sus ideas. Para una sociedad a la que le cuesta pagar 10 euros por música en directo, o por un espectáculo callejero.

¿Qué harían cientos de personas en sus casas sin consumir ocio y cultura? O peor, ¿qué harían sin la libre circulación de fotos, vídeos, canciones…?

Los artistas no viven del aire. Y mucho menos ahora que el aire está tan cotizado (y que han tenido que cancelar sus fuentes de ingresos). Tampoco vivirán de lo que ganen el día que se termine el confinamiento y puedan volver a sacar sus guitarras a la calle o presenten su espectáculo en un teatro de barrio o en una nave de circo, o abran las puertas de las librerías, donde en primera línea están las editoriales de siempre. Las artistas están demostrando hoy una enorme generosidad. Compartir lo que hacen, a lo que se dedican, para el disfrute de los demás. Y que conste que no es la primera vez, se hacen tantas cosas “por amor al arte”…

Claro que, siempre habrá algunos de la opinión de que “España no necesita titiriteros”. Habría que ver qué harían si les quitaran el libre acceso a la cultura. Y ya de paso, el acceso a la sanidad pública.

El aplauso de hoy debería ir también por las artistas, hacia esas plataformas que están compartiendo todo su material de manera altruista. Gracias.

Tenemos el cambio a un pasito (de gigante, pero un pasito). Ahora que estamos en casa, y si tenemos la suerte de poder hacerlo; reflexionar sobre algo más que lo que nos cuentan, es interesante. Ante el miedo y el odio, nos sostendrán la solidaridad y la empatía.

domingo, 26 de abril de 2020

Sabiduría


Dejo aquí un cuento precioso que reflexiona sobre los saberes y por qué es tan importante y bonito compartirlos y crear redes.


Imaginad que alguien, después de estar mucho tiempo observando a las personas, descubre algo y se lanza al camino porque necesita dar a conocer lo que ha aprendido.
Imaginad que visita un pueblo y ve que sus gentes no saben que tienen a su alcance buenos alimentos y tampoco saben cocinarlos bien. Les muestra cómo elegir libremente lo que quieren comer y dónde pueden encontrarlo. Hasta les dice que no hace falta comer mucho para estar bien alimentados. Y les demuestra que pueden disfrutar del aroma, la textura, el sabor y el olor de, incluso, unas simples hojas de verdura. Y les enseña cómo cocinarlas sin necesidad de utensilios o aparatos sofisticados, y que el fuego, algo que sus antepasados ya conocían, es la mejor herramienta, y la lentitud. Les habla de cocinar disfrutando de cada acción, por pequeña que sea. Les dice cómo pueden conservar sus alimentos para disfrutar de ellos cuando los necesiten o les apetezca. Les dice también que tan importante como la comida es el comer acompañado, con sosiego, con mantel limpio si es posible, con frugalidad, con buen humor… Imaginad que todo esto y más les enseña esta persona a los habitantes de aquel pueblo.
Seguimos con la historia. Un día tiene que irse. Le manifiestan que han aprendido mucho. Quiere saber qué han aprendido y le dicen que a elegir sus alimentos libremente, a cocinarlos para que sepan bien y no pierdan propiedades y a compartirlos con otras personas con alegría. Le dicen que es buena su sabiduría (así llaman a sus conocimientos aprendidos por simple observación). Ve entonces esa persona que se puede ir a otro lugar para enseñar a sus gentes lo mismo que ha enseñado a estas. Se despide y les pide que se organicen para recoger sus alimentos, para seguir aprendiendo a cocinarlos y para celebrar comidas, aunque no haya motivo alguno. Simplemente porque sí. También les pide que muestren esta “sabiduría” que han aprendido a otras personas, ya que si a ellas les hace bien y la han recibido como un regalo, es lógico que otras personas tengan la misma oportunidad. Le dicen que sí, que se organizarán y que llevarán la sabiduría recibida a otras personas. Y se va confiada y alegre. Camina con brío al emprender su viaje, aunque sabe que va a echar de menos a las gentes de ese lugar.
Visita pueblos, ciudades y aldeas muy diferentes y distantes, y muestra que hay alimento al alcance de cualquiera, pero insiste en que es esencial cocinarlo adecuadamente y celebrar comidas sencillas para conseguir amistad, el mayor tesoro. Las gentes le dan las gracias, mientras esta persona les dice que enseña por necesidad ya que la sabiduría no sirve de nada si no se comparte. Y les anima a que lleven esta sabiduría a todas las personas. Les dice cómo, aunque les advierte de que hay muchas maneras de hacer llegar algo a los otros. Les dice que pueden celebrar comidas e invitar a personas que no saben que tienen alimentos a su alcance ni tampoco cómo cocinarlos, y que les pueden explicar cómo hacerlo.
Suelen decirle que han aprendido bien cómo elegir los alimentos, ya que solo tienen que dejarse llevar por su intuición (por su deseo, llegan a decir), pero que necesitan mejorar esa manera de cocinar en la que los alimentos no pierden propiedades y saben muy ricos. Como lo dicen sinceramente, esta persona les contesta que volverá para seguir ampliando este aprendizaje en la cocina.
Se dedica a viajar para encontrarse con personas de diferentes lugares y condiciones con el fin de enseñarles a hallar en sus propios lugares los alimentos que necesitan y a enseñarles a cocinarlos aunque sea muy básicamente para que disfruten de ellos apreciando todos sus valores, y siempre les anima a que se encuentren con otras personas para compartir sus alimentos y su manera de cocinarlos con alegría y sin olvidar la frugalidad ni el mantel.
Un día, en uno de sus viajes, una persona pequeña, pero que había empleado mucha energía en dar a conocer lo que ha recibido, le dice que es necesario que todas las personas del mundo sepan cómo encontrar los alimentos que están al alcance, cómo cocinarlos adecuadamente y que haya muchos encuentros gozosos en torno a esas comidas. Le dice también que hay mucha hambruna y tristeza en las gentes de a pie y que esas personas necesitan alimentarse y encontrarse entre ellas en torno a una comida. Sería tan bueno que pudieras hacerlo… Y recibe una contestación: Lo haremos, pero hemos de hacerlo todas las personas juntas. Si quienes ya sabemos esto nos organizamos bien, tal vez podamos llevarlo a todo el mundo como solicitas. La mujer pequeña (esta persona era una mujer) dice que no está bien no dar a conocer esta sabiduría, esta posibilidad de mejorar nuestras vidas, que ahora que la conocen son responsables de compartirla. Eso hago yo, contesta la persona que se lo enseñó, pero a veces me encuentro sola en medio del camino. La mujer pequeña le dice que es necesario ahuyentar soledades. Le da las gracias a la persona pequeña por haberle dicho aquello. También le da un abrazo grande.
Al poco tiempo, escribe a todas las personas que ha visitado para explicarles que es necesario organizarse para llevar esta sabiduría a todos los lugares del mundo, pero pide que le aporten sus reflexiones y propuestas. Como no sabe cuántas personas conocen esta sabiduría, también les pide ayuda para hacer una especie de censo. Esto hace, y lo hace con una sonrisa enorme.
Piensa que se van a apuntar todas, que va a recibir muchas reflexiones, variadas propuestas, incluso contrarias unas a otras, pero siempre razonadas para conseguir ser eficaces y compartir bien aquella sabiduría. Le entristece cuando algunas de esas personas reconocen que les sientan muy bien los alimentos y más si son cocinados de esta manera, pero no dicen nada de la necesidad de llevar la sabiduría por todos los lugares y a todas las personas, y más a quienes más hambre tienen y con más soledad e incomprensión se hallan. Le entristece que algunas personas solo piensen en su estómago y en compartir comida con aquellas otras que les caen bien; pero, siempre observa con atención a los humanos y sus pasiones, para comprender lo que les impulsa a encerrarse en sí mismos y hasta a odiarse y a llevar vidas tan infelices. Le entristece, pero lo respeta. Aunque piensa que, a veces, un estómago lleno vacía el cerebro y sobre todo el corazón. En cualquier caso, se alegra de que hayan aprendido a conseguir alimento y a cocinarlo, y de que valoren las comidas compartidas.
Pero, a pesar de esta tristeza, le apoyan otras personas, pocas, que creen en la necesidad de compartir la sabiduría aprendida. Algunas argumentan que les encantaría compartir comida con personas muy distintas. Entonces piensa en el encuentro de personas y comidas muy diferentes, y esto le llena de gozo.
Con el tiempo, comprueba que ciertas personas siguen beneficiándose de lo aprendido pero sin comprometerse para compartirlo, y quiere considerar esto como un logro, no como algo malo en sí. Pero otras se van organizando, y crean un verdadero plan para que esta sencilla sabiduría tan necesaria llegue a gentes de todos los lugares.
La historia no acaba aquí. Estas personas están en medio del camino. Se las puede encontrar. Las reconoces por su sencillez, por la limpia alegría que comparten, y por sus alimentos. Si te las encuentras, aunque sea a deshora (que es cuando ocurren los encuentros verdaderos) les puedes preguntar por esa “sabiduría”. Entonces, se sientan junto al camino contigo y comparten su frugal comida. Te dicen que no tengas prisa, que la lentitud es un valor en la comida, que la saborees, que la huelas, que la comentes, que dejes volar tu imaginación y recuerdes historias olvidadas o sueñes situaciones imposibles y que, si quieres, se las cuentes. Y te cuentan algo de ellas, un simple detalle en el que quizá te reconozcas. Luego, siguen su camino y se alegran si les acompañas, o te abrazan y te dicen dónde puedes encontrarlas. Y si algún día tienes alguna duda, podrás comunicársela. Y también podrás invitarlas a comer.
De todo ello, quizá surja una amistad de las que alimentan la vida. Y hasta podrías llegar a ser amigo de sus amigos.
Pero ahora sabes que la sabiduría muere si no se comparte.

jueves, 23 de abril de 2020

Feliz día del libro


“Somos miles las personas que llevamos un libro en nuestra cabeza, bibliotecas itinerantes (…) Al principio cada persona tenía un libro que deseaba recordar, y así lo hacía. Luego, fuimos entrando en contacto, viajando, estableciendo esta organización y forjando un verdadero plan…”  Ray Bradbury en Fahrenheit 451.

Existe un mundo en el que las personas no tienen malos pensamientos para los demás, sólo palabras llenas de emoción. Un mundo donde todas las personas aprenden a pensar y toman, libremente, decisiones. Donde todos caben, donde todas se expresan. La sabiduría no se censura, se comparte. Un mundo donde se valora la belleza de las voces que narran, que cantan, que escriben, que leen. Hay redes sin pódiums, hay sueños vehementes, hay miradas. Un mundo que defiende lo más humano de los libros.

Existe un proyecto que trata de realizar este mundo a través de su iniciativa: Personas libro*.  Las personas que forman este proyecto saben que “las palabras poseen un color, un sabor, una textura, una fragancia o un aroma.” Con ellas arropan la idea de que una vida sin reflexión no tiene ningún valor. Por eso aportan su memoria, se aprenden un libro (o un fragmento) y lo comparten. Saben que leer es pensar. Y defienden los libros, “porque quien quema libros termina tarde o temprano por matar personas.” Cualquiera puede ser persona libro, cualquier libro puede ser elegido para compartirse libremente.

Como educadora, considero de vital importancia replantearnos el mundo que queremos, y enseñarlo a los más pequeños que tienen el futuro en sus manos. El momento en el que estamos es especialmente importante para hacer esta reflexión.
Quisiera, un día como hoy, mencionar a Gianni Rodari, felicitarle por su 100 cumpleaños y agradecerle su generosidad. Por haber compartido con todas nosotras (grandes y pequeñas) la idea de que cualquiera puede imaginar, y escribir, mundos mejores.

Rodari, en su legado, también nos recuerda que no hay que olvidarse de ser niños.  Aquí os dejo uno de sus cuentos breves.

Feliz día del libro

Un día, en el expreso de Soria a Monterde,
vi que subía un hombre con una oreja verde.
No era ya un hombre joven sino más bien maduro,
todo menos su oreja, que era de un verde puro.
oreja-verde-detalleCambié pronto de asiento y me puse a su lado
para estudiar el caso de cerca y con cuidado.
Le pregunté: —Esa oreja que tiene usted, señor,
¿cómo es de color verde si ya es usted mayor?
Puede llamarme viejo —me dijo con un guiño—,
esa oreja me queda de tiempos de niño.
Es una oreja joven que sabe interpretar voces
que los mayores no llegan a escuchar:
Oigo la voz del árbol, de la piedra en el suelo,
del arroyo, del pájaro, de la nube en el cielo.
Y comprendo a los niños cuando hablan de esas cosas
que en la oreja madura resultan misteriosas…
Eso me contó el hombre con una oreja verde
un día, en el expreso de Soria a Monterde.



Platero y yo. Narración y guitarra clásica

viernes, 3 de abril de 2020

Palabras explícitas

Paseo por las calles
De un Tetuán nocturno y solitario
Cuántos balcones, cuántos portales
Tantas hormigas, sin vacaciones.
El dios Tiempo camina abrazado a nuestro ánimo
exento de lamentaciones
libre de ojeras y medicaciones

Percibo una carga en el ambiente
Preguntar por la calle resulta indiferente
Las redes en la mano, las manos enredadas
La cabeza gacha, las mentes alienadas
Qué dirían los luchadores que murieron de pie
Y con la cabeza alta
Y con la cabeza alta
Qué dirían y qué dicen al ver
Que nos dejamos dominar
Creamos dependenciasa
Nos creemos con derecho a quejarnos de toda nuestra existencia…

Escuchando a Paradoxus
Y con la nariz fría
Me remonto al ideal
De la anhelada alternativa
Al pensiero
De que otra realidad
Es posible
Donde nuestra voz no sea un eco
Ni nuestro voto un juego de despiste
Donde no se enseñe el miedo al fracaso
ni el odio ni el rencor
donde fortaleza sea
pedir ayuda y perdón

Menos mal que queda gente
Que organiza su presente
Que comparten y se nutren
En cuerpo y mente
Gente consciente del tono de sus palabras
Y privilegios
Que se hacen responsables de sus desechos
Gente que se organiza en sus barrios y centros sociales
Yendo en contra de las mentiras
Institucionales

Somos miles de hormiguitas
Con trabajos alienantes
Viendo cómo pasa el tiempo
Y no han hecho nada antes
No han cumplido sus sueños
Y le tienen miedo al cambio
Hay que perderle el miedo a callejear
Salirse de lo correcto…

Organizarnos, ser coherentes
Difundir la paz y el amor
Saludarnos, abrazarnos
Florecer en el placer (verso de Fémina)
Y dejar a las que vienen
No un sendero llano
Pero un ambiente sereno y relajado
Para ser
Para sentir
Para sentirse ser

Y creer en la libertad
Luchar por la libertad
Organizarnos en libertad
Y morir con la cabeza alta
Y el móvil lejos.


Palabras explícitas - Vídeo (YouTube)



domingo, 29 de marzo de 2020

La Tierra sana


El ser humano se autodestruye, pero la Tierra sana.

El ser humano, egoísta, solitario, individualista y descorazonado está viendo cómo ahora tiene  que quedarse en casa, parar su actividad, dejar de llenar sus bolsillos… por un bien común. El ser humano, que no piensa más que en su ombligo. Que le aterra profundamente su propio sufrimiento, que necesita pisar a otro para crecer. Ese ser humano, que no es cualquiera, que no son todos, vivencia ahora el encuentro consigo mismo. Tal vez, con lo que siempre trata de evitar. Llenamos nuestra vida de eventos y planes, nos quejamos de falta de tiempo para una misma, y ponemos excusas para pasar tiempo con nuestros familiares. ¿Hasta cuándo es sostenible un mundo frenético e individualista?

El ser humano tiene naturaleza social y, si nos remontamos a las viejas reflexiones de Rousseau, es la propia sociedad la que lo transforma en un ser malvado y egoísta. ¿Quién es la sociedad? Tal vez seamos todos, tal vez sea el miedo. Y este miedo, ¿de dónde sale? Está llena la historia de la humanidad de miedos impuestos, introducidos en nuestro día a día, desconfianzas de nuestras propias vecinas… ¿No será está situación otro ejemplo más de control de masas, de inyección de miedo? ¿Y si hay alguien frotándose las manos, observando, a través de un cristal, el mundo parar?
Como veis, hay tantas preguntas…

Pero bien, la realidad es que los mercados paran. Para la bolsa, los ingresos, las rutinas. Cae el sistema insostenible por su propio peso. Demuestra ahora sus flaquezas y aquello que nunca le importó. Saltan las alarmas de colapso en los hospitales. Las pobres empresas se ven obligadas a despedir a sus empleados. Paran las escapadas rápidas de fin de semana a Roma, Toulouse o Londres. Los viajes de trabajo, los mismos que han globalizado este virus en un asiento de First Class. Para el tiempo. Para, porque ahora nos sobra. Paran los sueños. ¿Paran los sueños?

La Tierra se está sanando. Gracias, por fin, al ser humano, que para.

Crecerán más árboles, más flores. Agradeceremos a nuestros perros que nos sacaron a pasear. Crecerá la semilla interna que todas llevamos dentro, y que raras veces nos acordamos de regar. Tocaremos timbres, saldremos al balcón a saludar a las vecinas que por fin conocimos. Habremos tenido tiempo de escucharnos por dentro, ¿qué me sienta mal? ¿Qué necesito? ¿A quién echo de menos? ¡Pasaremos más tiempo haciendo aquello que descubrimos que tanto nos gusta! Continuaremos con el trabajo colectivo, aunque tenga que sacrificar mi individualidad, porque éste me demostró que funciona mejor en los momentos difíciles. Invertiremos en sanidad pública, en educarnos en libertad, en más tiempos para decidir y expresarnos. Seremos más comprensivas, más compasivas con el sufrimiento ajeno.

Realizaremos nuestros sueños. Con respeto, sin olvidar todo lo que aprendimos.

Este es un llamamiento a todas las personas, pero en especial a las jóvenes. A las que nos tocará recordar estos días, a las que tendremos que demostrar todo lo que aprendimos, todo lo que no queremos repetir.

Abracemos este preciado tiempo que nos regala la vida, aprovechemos para disfrutar de que, por una vez, el ser humano está ayudando a que La Tierra sane.

18/03/2020