miércoles, 13 de febrero de 2019

Las verdaderas revoluciones

Tras haber leído la última carta lanzada por las mujeres zapatistas a todas las mujeres que luchan, me ha surgido de dentro de las tripas la necesidad de escribir. Sin duda lo que nos cuentan es triste, pero a la vez está cargado de rabia, de emociones, y de fuerza y lucha. Una rabia que impulsa las acciones, que evade la pasividad; emociones que se dejan ver en cada línea donde aflora la red de afecto que estas mujeres tejen cada día y que quieren transmitir y compartir a todas; y una fuerza infinita. No hay en esta carta un solo ápice de rendición, lo dejan bien claro, no van a dejar de luchar por su identidad, por sus tierras, por su dignidad. Y esta lucha es real. Esta es la lucha que se sigue librando en muchos terrenos de este planeta, esta es la lucha que, aunque no queramos verla, sigue viva. Y no tiene ninguna intención de claudicar, por el momento, al menos mientras se sigan vulnerando los derechos de las personas, mientras se sigan violando las vidas de las personas, mientras se sigan despreciando el esfuerzo y el trabajo, mientras el capital siga controlando las grandes decisiones de este mundo, mientras se sigan usurpando tierras, mientras se desvalorice el trabajo colectivo, mientras la mujer siga en amenaza constante.

Las mujeres zapatistas son un ejemplo de lucha, de perseverancia, de no caer ante la promesa de bienestar que ofrece el capital. Esta es la lucha real que está sucediendo hoy en día. Tantas personas que a pesar de estar en los estadios más bajos de la sociedad tienen claras sus prioridades, conocen su condición pero no se dejan gobernar.

La carta que mandan las mujeres zapatistas es una llamada a la conciencia. Nos ofrecen algo hermoso, una luz con la que acompañar su lucha donde quiera que estemos. Una luz para iluminarnos cuando nos creamos débiles y solas. Una vez más, no estamos solas. Y nada, si trabajamos en común, puede pararnos.

Ojalá estuviera allí, he pensado mientras leía la carta, y poder volver a sentir la verdad como allí se siente. Porque allí se habla desde la verdad, se actúa según la verdad y se siente todo de verdad. Real. La palabra comunidad toma su base en Latinoamérica.

No puedo dejar de mencionar a Brigitte Vasallo cuando pienso en las redes afectivas que tenemos que tejer. Como ella propone, ahí está la base del amor propio, de las relaciones sanas de cuidados y, también de las revoluciones. Nada sería de nosotras sin las nuestras. Nada sería de nuestra revolución si no es compartida, si luchamos individualmente.

Parece quizá que en Europa hemos olvidado lo que es la comunidad, las relaciones vecinales, la ayuda mutua, el compartir… Eso se refleja también en nuestras relaciones afectivo-sexuales. Nos creemos demasiado importantes para pensar en las demás, para dedicar tiempo y cuidados a las demás. Y más cuando eso supone desestabilizar nuestros esquemas o nuestro estado emocional. Sigamos así y nos habremos terminado de destruir.

Las redes afectivas también influyen en nuestras revoluciones, sino cómo sentiríamos empatía, cómo olvidar el sentimiento de tranquilidad y gratitud que se siente cuando te ves apoyada por tus compañeras. Todo es política. La manera en la que hablamos y nombramos las cosas, las cosas que nombramos y hacemos explícitas (lo que no se dice se vuelve invisible), las maneras de tratarnos y cuidarnos. La forma de llevar nuestras relaciones y nuestras rupturas, es política. No hay nada más capitalista que olvidarse de la persona que ha sido parte de tu vida como si de un pañuelo gastado y viejo se tratara. Por supuesto, cada persona necesita su tiempo, sus espacios, pero no somos pañuelos. Tampoco tener una relación “libre” o “abierta” nos exime de cuidados. Pero desde luego, y volviendo a la idea principal, lo prioritario para generar un cambio es la comunidad, la red, el acompañamiento. Tanto a nivel personal emocional como a nivel de lucha. Y, como plantea Vasallo, a esa red es a la que hay que dar valor, el amor no puede ser exclusivo a una sola persona teniendo tantas a nuestro alrededor que merecen estar, como mínimo al mismo nivel de reconocimiento. Ahí es donde las mujeres zapatistas, en su carta, muestran su sororidad, hablan como un todas, y ofrecen su amor y su lucha a todas.

No olvidemos que el cambio está en nosotras y nuestros actos del día a día. Empecemos a darle a nuestras redes el valor suficiente para que se hagan reales, para que tengan fuerza y poder así, sembrar las verdaderas revoluciones.

Carta de las zapatistas a las mujeres que luchan en el mundo

Mujer que corre con lobos