martes, 25 de diciembre de 2018

Solsticio de invierno


Un día como hoy, nació Julio Verne. Nació también un día como hoy Piotr Kropotkin. En años diferentes y en distintos lugares de la Tierra. Y también nació un 21 de diciembre Augusto Monterroso. Podría seguir con Paco de Lucía o con Alicia Alonso, pero a lo que voy. Hay personas que siguen las ideas de grandes escritores, músicos o pensadores y que toman esa fuente de inspiración no necesariamente para crear, a veces sólo para disfrutar. Pero hay quienes no tienen la oportunidad de crear o se creen que no tienen esa capacidad, porque nunca la han investigado. Estamos hartas de escuchar que las cosas tienen que ser de una manera concreta que otra persona se ha inventado. Y muchas veces no hay espacio para probar, para equivocarnos, para experimentar la sensación de crear y expresarlo. Porque, esa es otra, a veces creamos pero nos da miedo, vergüenza o sentimos presión al mostrarlo. Bien, es cierto que no todo vale. Pero también es cierto que no podemos dejar de probar e intentarlo. Vivimos una época donde tenemos todo a nuestro alcance, y eso tiene de positivo la posibilidad de conocer y probar, pero también de compararnos, de exponernos a las críticas y ser juzgados. Esto no sería un problema si esas críticas y esos juicios fueran constructivos. Tampoco sería un problema si hubiera auténtica libertad para expresar…

Aun así hay que crear. Hay que probar y equivocarse. Y puede que no lleguemos a tener un nombre como Julio Verne o Paco de Lucía, pero al menos no nos quedemos con las ganas, salgamos de las sombras, compartamos lo que hacemos. No pueden morir las poetas, no dejará de haber cantautores. Porque aunque se cansen de leerlos, se cansen de escucharlos, ellas seguirán ahí, ellos seguirán creando.

Que viva el arte. Que vivan las artistas y que cada vez tengan más espacios, más reconocimiento y libertad. Y que nada los calle.

21 de diciembre, solsticio de invierno, anuncia que cada vez los días tienen más luz. Aprovechemos la luz natural, leamos, inspirémonos y compartámoslo.

Para desearos feliz periodo de luz comparto un relato de Augusto Monterroso, inspirador cuanto menos.




La tela de Penélope, o quién engaña a quién

Hace muchos años vivía en Grecia un hombre llamado Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio era muy astuto), casado con Penélope, mujer bella y singularmente dotada cuyo único defecto era su desmedida afición a tejer costumbre gracias a la cual pudo pasar sola largas temporadas.

Dice la leyenda que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus prohibiciones ella se disponía una vez más a iniciar uno de sus interminables tejidos, se le podía ver por las noches preparando a hurtadillas sus botas y una buena barca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a buscarse a sí mismo.

De esta manera ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles creer que tejía mientras Ulises viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella tejía, como pudo haber imaginado Homero, que, como se sabe, a veces dormía y no se daba cuenta de nada.

Augusto Monterroso
– La oveja negra y demás fábulas

domingo, 18 de noviembre de 2018

Vaya semanita


Esta semana me ha salido todo al revés:

El lunes me levanté con el pie izquierdo
Y por el lado de la pared
El martes me dejé la ventana abierta
Y los pajaritos se comieron mi postre
El miércoles tuve que llevar la bici a cuestas
Y encima cuesta arriba…
El jueves se me olvidó quitarme las legañas
Y salí empapada de pasta de dientes
El viernes se me cayeron los libros por la escalera
Desde el quinto hasta el bajo
El sábado perdí toda mi ropa interior
Porque la tendí sin pinzas
Y el domingo tenía tantas agujetas en el cerebro
Que se me olvidó levantarme.

domingo, 26 de agosto de 2018

Viajera soy

Hace un año emprendí un viaje que recordaré siempre. No sólo por el modo del viaje en sí, si no, sobretodo, por el contenido. Un viaje del que a veces siento que aún no he salido, que se ha metido dentro de lo más profundo de mi ser y que no quiere salir (y yo no quiero que salga). Conocer Latinoamérica ha sido un regalo inigualable; experimentar con mis pies los latidos que emanan de sus tierras, deslumbrarme con sus atardeceres o sus noches estrelladas, distinguir cada uno de los tonos de verde existentes en la naturaleza, sentir con la palma de mi mano el tacto de sus árboles milenarios, saborear la frescura única de los mangos y las paltas, recibir en mis fosas nasales el olor a azufre cargado de miseria y desigualdad, sentir mi piel erizada al escuchar historias reales y leyendas, CONVERSAR con bellísimas personas, apreciar cómo el ser humano es honrado, generoso y hospitalario, notar mi corazón crecer, mis alas desplegarse y mi curiosidad aumentar. Agradecer. Ver luz siempre.

No miento si digo que prácticamente todos los días desde que volví me acuerdo de algo: alguna persona, alguna anécdota, algún lugar, sensación… y lo extraño. Lo agradezco también, todo.

Ayer hice un pequeñísimo viaje donde volví a experimentar algunas de las sensaciones allí vividas. Qué hermoso es ver luz, cuando crees que todo se ha nublado, que te llegue la brisa del viento y no pensar en el frío, sacarle partido a cualquier inconveniente, agradecer al sol y a la luna, regalar sonrisas, ser capaz de EJECUTAR la libertad propia. Equilibrar lo interno y lo externo. Agradecer cada instante de la vida. Amar, amar con toda el alma y todo el corazón, conectar con la sabiduría, la intuición. Y sembrar. Porque aunque la tierra esté estéril siempre hay una gota de agua, un halo de luz, gente que ve el principio donde otros ven el final. Y las que vienen detrás se merecen que, al menos, lo hayamos intentado.

Hoy vengo con fuerza, con ganas de inspirar. Hoy vengo a SEMBRAR.

domingo, 4 de febrero de 2018

Teranga

¿Existe una palabra para describir la generosidad absoluta? ¿Una palabra que defina de golpe lo que tantas y tantas filosofías y creencias tratan de transmitir?

¿Qué significa dar sin esperar nada a cambio?

En Senegal bien lo saben.

TERANGA

Es esa palabra que ellos y ellas utilizan allí (en lengua Wolof), para transmitir agradecimiento, generosidad, amor por ofrecer y paz cuando la ofrenda es aceptada. Simboliza la acogida, la ayuda, la colaboración. En Senegal Teranga es más que una palabra, más que una definición. Es una sensación en el pecho, como si se te abriera. Es un masaje en el corazón, al saber que otra persona recibe algo de ti, y lo agradece. Sin esperar nada a cambio, porque nada es comparable a ese respirar profundo, a esa armonía que sale de dentro. Allí no necesitan curarse del ego ni del egoísmo, no necesitan aprender que las expectativas auto creadas (el esperar algo de los demás) muchas veces conlleva decepción y este, dolor. Confiar y amar, en la medida que cada una pueda y quiera, no debe convertirse en dolor y en las culturas occidentales no nacemos con ello, debemos aprenderlo. Dar por el placer simplemente de dar. Confiar porque siempre ayuda más pensar bien que pensar mal.

Y luego dicen que allí son pobres.

sábado, 20 de enero de 2018

Atardece en Madrid

Dedicado a todas las flores que florecen en las distintas partes de todos los mundos que he conocido. Las que se han ido, las que han vuelto a sus tierras, y las que me acogieron como a una flor autóctona. Os extraño.

Atardece en Madrid
Y no puedo evitar sentirme una pequeña sombra.
Sentirme extraña en lo conocido,
extrañar lo que – para algunos – es extraño.
Dicen que hay flores
que salen del florero,
no quieren vivir en un macetero.
Dicen que esas flores
casi nunca son regadas
les basta con ofrecer.
Extraño a mis gardenias,
a mis margaritas, mis tulipanes,
las que alguna vez se fueron.
Esas flores,
las que hoy extraño,
también me extrañaron a mí.
Hoy, mirando el cielo
recuerdo a Jorge Teillier
Y “pienso por primera vez
que no pertenezco a ninguna parte,
que ninguna parte me pertenece”.