El ser
humano se autodestruye, pero la Tierra sana.
El ser
humano, egoísta, solitario, individualista y descorazonado está viendo cómo
ahora tiene que quedarse en casa, parar
su actividad, dejar de llenar sus bolsillos… por un bien común. El ser humano,
que no piensa más que en su ombligo. Que le aterra profundamente su propio
sufrimiento, que necesita pisar a otro para crecer. Ese ser humano, que no es
cualquiera, que no son todos, vivencia ahora el encuentro consigo mismo. Tal
vez, con lo que siempre trata de evitar. Llenamos nuestra vida de eventos y
planes, nos quejamos de falta de tiempo para una misma, y ponemos excusas para
pasar tiempo con nuestros familiares. ¿Hasta cuándo es sostenible un mundo
frenético e individualista?
El ser humano
tiene naturaleza social y, si nos remontamos a las viejas reflexiones de
Rousseau, es la propia sociedad la que lo transforma en un ser malvado y
egoísta. ¿Quién es la sociedad? Tal vez seamos todos, tal vez sea el miedo. Y este
miedo, ¿de dónde sale? Está llena la historia de la humanidad de miedos
impuestos, introducidos en nuestro día a día, desconfianzas de nuestras propias
vecinas… ¿No será está situación otro ejemplo más de control de masas, de
inyección de miedo? ¿Y si hay alguien frotándose las manos, observando, a
través de un cristal, el mundo parar?
Como veis, hay
tantas preguntas…
Pero bien,
la realidad es que los mercados paran. Para la bolsa, los ingresos, las
rutinas. Cae el sistema insostenible por su propio peso. Demuestra ahora sus flaquezas
y aquello que nunca le importó. Saltan las alarmas de colapso en los
hospitales. Las pobres empresas se ven obligadas a despedir a sus empleados.
Paran las escapadas rápidas de fin de semana a Roma, Toulouse o Londres. Los
viajes de trabajo, los mismos que han globalizado este virus en un asiento de First Class. Para el tiempo. Para,
porque ahora nos sobra. Paran los sueños. ¿Paran los sueños?
La Tierra
se está sanando. Gracias, por fin, al ser humano, que para.
Crecerán
más árboles, más flores. Agradeceremos a nuestros perros que nos sacaron a
pasear. Crecerá la semilla interna que todas llevamos dentro, y que raras veces
nos acordamos de regar. Tocaremos timbres, saldremos al balcón a saludar a las
vecinas que por fin conocimos. Habremos tenido tiempo de escucharnos por
dentro, ¿qué me sienta mal? ¿Qué necesito? ¿A quién echo de menos? ¡Pasaremos
más tiempo haciendo aquello que descubrimos que tanto nos gusta! Continuaremos
con el trabajo colectivo, aunque tenga que sacrificar mi individualidad, porque
éste me demostró que funciona mejor en los momentos difíciles. Invertiremos en
sanidad pública, en educarnos en libertad, en más tiempos para decidir y
expresarnos. Seremos más comprensivas, más compasivas con el sufrimiento ajeno.
Realizaremos
nuestros sueños. Con respeto, sin olvidar todo lo que aprendimos.
Este es un
llamamiento a todas las personas, pero en especial a las jóvenes. A las que nos
tocará recordar estos días, a las que tendremos que demostrar todo lo que
aprendimos, todo lo que no queremos repetir.
Abracemos
este preciado tiempo que nos regala la vida, aprovechemos para disfrutar de
que, por una vez, el ser humano está ayudando a que La Tierra sane.
18/03/2020