Madrid.
Es una ciudad grande, enorme, con multitud de historias y realidades. Gentes que se cruzan cada día en tu camino, en la calle, en el metro, por el parque...Madrid es multicultura, mestizaje conviviendo en las calles, música en un altavoz y grandes artistas regalando sus melodías. Es alboroto, silbidos, carcajadas en las terrazas. Abrazos infinitos en las terminales de tren o avión, punto de paso de tantas y tantas personas que recorren el mundo... Madrid es oportunidades, es cambio, es fluir y no estancarse, conocer gente nueva, cambiar de aires, ser quien quieras ser, empezar clases de claqué o de cerámica, ver en concierto a tu artista favorita...
Pero Madrid también es estrés, es ir corriendo y no pedir perdón al chocarte, es desconocer el nombre de tus vecinos de arriba. Madrid es frustración al ver personas pidiendo en la calle, es una gran alegoría de la desigualdad que reina en nuestro planeta. Es humo, coches que pitan, alquileres inviables...
Como madrileña, he renegado muchas veces de mi ciudad, he sentido la necesidad de salir, conocer el mundo, viajar y perderme, probar otras suertes... pero siempre vuelvo, será por mi familia y mis amistades, pero no puedo obviar el encanto silencioso que guarda esta ciudad en sus calles. Las del centro, de antiguos adoquines y placas en la pared, las de los barrios donde los comercios destacan por sus variedades. Madrid es oportunidad y está llena de cabezas pensantes, críticas, conscientes, con voluntad de tejer un mundo mejor. Y tal vez es por esta red que, aunque a veces no lo reconozca, me gusta tanto Madrid.
Históricamente, Madrid acoge. En el último siglo cientos de personas provenientes, primero de otros lugares de España vinieron a Madrid con la intención de una vida mejor. Del mismo modo, extranjeros llegaron a nuestra ciudad anhelando un futuro digno, donde poder prosperar y vivir en paz. Madrid siempre ha acogido, siempre ha mezclado en sus calles los colores, la música, las lenguas, las alegrías y las penas. Hoy en día en Madrid, hay quienes quieren quitarle esa característica tan noble de anfitriona, quienes quieren señalar a los que no son nacidos aquí, a los que hablan otro idioma o visten otras ropas. Hay quienes incluso atentan contra la integridad de un colectivo entero, tan vulnerable como lo son los niños aquí nacidos, sólo que, además, son doblemente vulnerables porque son no acompañados. Bastantes calamidades habrán tenido que sufrir como para ahora verse señalados y atacados desproporcionada y vilmente.
Madrid ya tiene poco aire puro que respirar, pero hay quienes prefieren seguir usando su coche y comprar en plásticos, porque les resulta más cómodo y porque niegan la evidente necesidad que sufre el planeta que habitamos.
También hay quienes pretenden acabar con los derechos que tanto han costado conseguir, como la posibilidad de pasear con tu pareja de la mano y casarte siendo del mismo sexo, como el derecho a saber dónde está (mal) enterrado tu abuelo o poder denunciar una agresión sexual sin miedo a que se rían de ti.
Hace poco, tras presenciar una redada policial desproporcionada en la calle, estábamos un grupo de jóvenes comentando la situación cuando se paró delante nuestra una mujer de unos 75 años. "No sabéis lo que es la ultraderecha, no sabéis lo que se nos viene encima. Llevo toda la vida luchando por un mundo más justo y no voy a dejar de hacerlo. Pero os necesitamos, a los jóvenes. No sabéis lo que se nos viene encima".
Hace un siglo una situación parecida se presentó en el corazón del continente europeo, fue elegido en las urnas el causante de una de las mayores atrocidades de la historia de la humanidad. Él o ellos también atentaban contra un colectivo y también aprovecharon una crisis social.
Tenemos la posibilidad de actuar, por poca que sea, por falsa y poco representativa que sea la democracia, tenemos derecho a voto. No podemos quedarnos callados ante esta amenaza que acecha Madrid, su historia y sus gentes. Llevamos años presenciando corrupción, egoísmo y líderes políticos auténticamente ridículos. Ya no podemos consentir más ataques a la dignidad, a nuestros bolsillos y nuestros pulmones, a nuestros derechos y a nuestra auténtica libertad, aunque ahora traten de apropiarse de esta bonita palabra.