Tras haber leído la última carta lanzada por las mujeres
zapatistas a todas las mujeres que luchan, me ha surgido de dentro de las
tripas la necesidad de escribir. Sin duda lo que nos cuentan es triste, pero a
la vez está cargado de rabia, de emociones, y de fuerza y lucha. Una rabia que
impulsa las acciones, que evade la pasividad; emociones que se dejan ver en
cada línea donde aflora la red de afecto que estas mujeres tejen cada día y que
quieren transmitir y compartir a todas; y una fuerza infinita. No hay en esta
carta un solo ápice de rendición, lo dejan bien claro, no van a dejar de luchar
por su identidad, por sus tierras, por su dignidad. Y esta lucha es real. Esta
es la lucha que se sigue librando en muchos terrenos de este planeta, esta es
la lucha que, aunque no queramos verla, sigue viva. Y no tiene ninguna
intención de claudicar, por el momento, al menos mientras se sigan vulnerando
los derechos de las personas, mientras se sigan violando las vidas de las
personas, mientras se sigan despreciando el esfuerzo y el trabajo, mientras el
capital siga controlando las grandes decisiones de este mundo, mientras se sigan
usurpando tierras, mientras se desvalorice el trabajo colectivo, mientras la
mujer siga en amenaza constante.
Las mujeres zapatistas son un ejemplo de lucha, de
perseverancia, de no caer ante la promesa de bienestar que ofrece el capital.
Esta es la lucha real que está sucediendo hoy en día. Tantas personas que a
pesar de estar en los estadios más bajos de la sociedad tienen claras sus
prioridades, conocen su condición pero no se dejan gobernar.
La carta que mandan las mujeres zapatistas es una llamada a
la conciencia. Nos ofrecen algo hermoso, una luz con la que acompañar su lucha
donde quiera que estemos. Una luz para iluminarnos cuando nos creamos débiles y
solas. Una vez más, no estamos solas. Y nada, si trabajamos en común, puede
pararnos.
Ojalá estuviera allí, he pensado mientras leía la carta, y poder
volver a sentir la verdad como allí se siente. Porque allí se habla desde la
verdad, se actúa según la verdad y se siente todo de verdad. Real. La palabra
comunidad toma su base en Latinoamérica.
No puedo dejar de mencionar a Brigitte Vasallo cuando pienso en
las redes afectivas que tenemos que tejer. Como ella propone, ahí está la base
del amor propio, de las relaciones sanas de cuidados y, también de las
revoluciones. Nada sería de nosotras sin las nuestras. Nada sería de nuestra
revolución si no es compartida, si luchamos individualmente.
Parece quizá que en Europa hemos olvidado lo que es la
comunidad, las relaciones vecinales, la ayuda mutua, el compartir… Eso se
refleja también en nuestras relaciones afectivo-sexuales. Nos creemos demasiado
importantes para pensar en las demás, para dedicar tiempo y cuidados a las
demás. Y más cuando eso supone desestabilizar nuestros esquemas o nuestro
estado emocional. Sigamos así y nos habremos terminado de destruir.
Las redes afectivas también influyen en nuestras
revoluciones, sino cómo sentiríamos empatía, cómo olvidar el sentimiento de
tranquilidad y gratitud que se siente cuando te ves apoyada por tus compañeras.
Todo es política. La manera en la que hablamos y nombramos las cosas, las cosas
que nombramos y hacemos explícitas (lo que no se dice se vuelve invisible), las
maneras de tratarnos y cuidarnos. La forma de llevar nuestras relaciones y
nuestras rupturas, es política. No hay nada más capitalista que olvidarse de la
persona que ha sido parte de tu vida como si de un pañuelo gastado y viejo se
tratara. Por supuesto, cada persona necesita su tiempo, sus espacios, pero no
somos pañuelos. Tampoco tener una relación “libre” o “abierta” nos exime de
cuidados. Pero desde luego, y volviendo a la idea principal, lo prioritario para
generar un cambio es la comunidad, la red, el acompañamiento. Tanto a nivel
personal emocional como a nivel de lucha. Y, como plantea Vasallo, a esa red es
a la que hay que dar valor, el amor no puede ser exclusivo a una sola persona
teniendo tantas a nuestro alrededor que merecen estar, como mínimo al mismo
nivel de reconocimiento. Ahí es donde las mujeres zapatistas, en su carta,
muestran su sororidad, hablan como un todas, y ofrecen su amor y su lucha a
todas.
No olvidemos que el cambio está en nosotras y nuestros actos
del día a día. Empecemos a darle a nuestras redes el valor suficiente para que
se hagan reales, para que tengan fuerza y poder así, sembrar las verdaderas
revoluciones.
Carta de las zapatistas a las mujeres que luchan en el mundo
Mujer que corre con lobos