El significado de un viaje es tan amplio que no se puede
plegar en cuatro, como un mapa, ni guardar en un paño de seda. Lo que se
aprende se adhiere a la capa más interna, el sufrimiento y la incertidumbre se
transforman en aceptación, en fortaleza. Se abrazan los lugares, se asemejan
sensaciones pasadas, se mezclan maravillas. Todo lo que empieza termina, y es
preciso aceptar que la rueda nunca deja de girar, que más vale agarrar el tiempo,
antes de que se haga dueño de lo que, de momento, no se puede explicar. Volver
es el ingrediente más perecedero, es la pieza frágil de cristal. Poner los pies
en tierra, hundirse en arenas movedizas sabiéndote capaz.
Agradezco, en especial, a las mujeres que se han cruzado en
este viaje, no ha habido situación ni anécdota que no haya estado liderada por
una mujer. Mujeres que acuden en tu ayuda, incluso aunque no las llames, que te
acompañan calle abajo hasta encontrar el número, mujeres que cuidan unas de
otras, sin juicios ni valoraciones, mujeres valientes, que huyen de la falta de
libertad, que sobrepasan las tradiciones y las expectativas sobre nosotras, mujeres
que hacen de cada día una aventura y de cada adversidad risa, mujeres que
vuelan ansiando otros aires, que rompen con la frase recurrente de “¿no tienes
miedo?”. Claro que lo tienen, porque no vivimos exentas de los peligros que nos
acechan, y más si les recuerdan constantemente que tienen que tenerlo. Pero,
¿acaso dejan que les domine? ¿Que dirija sus vidas y sus decisiones? No lo
hacen, se enfrentan a ello y tratan de ser libres.
Qué hermosa la lucha colectiva, la lucha de las mujeres, que
con sus actos cada día hacen un mundo mejor,
más sensible, más atento hacia una misma y hacia nuestro alrededor. Ánimo a mis
compañeras, amigas, hermanas, las que están lejos volando “sin miedo” y las que
están cerca plantando con fuerza. Hoy en Turquía, mujeres se manifiestan contra
la violencia machista, no es la primera ni será la última.