Una historia sobre la diversidad cultural y la tolerancia. Una historia llena de amor y de color.
"Siempre hablamos de dejar un planeta mejor a los hijos, ¿por qué no hablamos de dejar mejores hijos al planeta?"
"Siempre hablamos de dejar un planeta mejor a los hijos, ¿por qué no hablamos de dejar mejores hijos al planeta?"
LA HISTORIA
DE LOS COLORES (Subcomandante Marcos, Chiapas, México)
El viejo
Antonio señala una guacamaya que cruza la tarde. “Mira” dice. Yo miro ese
hiriente rayo de colores en el marco gris de una lluvia anunciándose. “Parecen
mentira tantos colores para un solo pájaro”, digo al alcanzar la punta del
cerro. El viejo Antonio se sienta en una pequeña ladera libre de lodo que
invade este camino. Recobra la respiración mientras forja un nuevo cigarro. Yo
me doy cuenta, apenas unos pasos adelante, que él quedó atrás. Me vuelvo y me
siento a su lado “¿Usted cree que llegaremos al pueblo antes de que llueva?”,
le pregunto mientras enciendo la pipa. El viejo Antonio parece no escuchar.
Ahora es una pavada de tucanes lo que distrae su vista. En su mano el cigarro
espera el fuego para iniciar el lento dibujo del humo. Carraspea, da fuego al
cigarro y se acomoda, como puede, para iniciar lentamente.
“No así era la guacamaya. Acaso tenia colores.
Puro gris era. Sus plumas eran rabonas, como gallina mojada. Una más entre
tanto pájaro que a saber cómo se llegó al mundo, porque los dioses no se sabían
quién y cómo había hecho los pájaros. Y así era de por sí. Los dioses
despertaron después de que la noche había dicho “hasta aquí nomás” al día y los
hombres y mujeres se estaban dormidos o amándose, que es una forma bonita de
cansarse para dormirse luego, los dioses peleaban, siempre peleaban estos
dioses que salieron muy peleoneros, no como los primeros, los siete dioses que
nacieron el mundo los más primeros. Y los dioses peleaban porque muy aburrido
estaba el mundo con sólo dos colores que lo pintaban. Y era cierto el enojo de
los dioses porque sólo dos colores se turnaban el mundo: el uno era el negro
que mandaba la noche, el otro era el blanco que caminaba de día, y el tercero
no era color, era el gris que pintaba tardes y madrugadas para que no brincaran
tan duro el negro y el blanco. Y eran estos dioses peleoneros pero sabedores. Y
en una reunión que se hicieron sacaron el acuerdo de hacer los colores más
largos para que fuera alegre el caminar y el amar de los hombres y mujeres.
Uno de los
dioses agarró en caminar para pensar mejor su pensamiento y tanto pensaba su
pensamiento que no miró su camino y se tropezó en una piedra así de grande y se
pegó en su cabeza y le salió sangre de su cabeza. Y el dios, luego que pasó
chilla y chilla un buen rato, miró su sangre y la vio que es otro color que no
es los dos colores y fue corriendo a donde estaban los demás dioses y les
mostró el color nuevo. Y “colorado” le pusieron a ese color, el tercero
que nacía. Después otro de los dioses buscaba un color para pintar la
esperanza. Lo encontró después de un buen rato, fue y lo mostró en la asamblea
de los dioses y “verde” le pusieron a ese color, el cuarto. Uno más empezó a
rascar harto en la tierra. “¿Qué haces?” le preguntaron los demás dioses.
“Busco el corazón de la tierra”, respondió mientras aventaba tierra para todos
lados. Al rato lo encontró el corazón de la tierra y lo mostró a los demás
dioses y “café” le pusieron a ese quinto color. Otro dios se fue mero pa’
rriba, “voy a mirar de qué color es el mundo”, dijo y se dio en trepar y trepar
hasta allá arriba. Cuando llegó bien alto, miró para abajo y vio el color del
mundo, pero no sabía cómo llevarlo hasta donde estaban los demás dioses,
entonces quedó mirando un buen rato, hasta que se quedó ciego, porque ya tenía
pegado en los ojos el color del mundo. Se bajó como pudo, a los tropezones, y
se llegó al lugar de la asamblea de los dioses y les dijo:”en mis ojos tengo el
color del mundo”, y “azul” le pusieron al color sexto. Otro dios estaba
buscando colores cuando escuchó que un niño se reía, se acercó con cuidado y,
cuando se descuidó el niño, el dios le arrebató la risa y lo dejó llorando. Por
eso dicen que los niños de repente están riendo y de repente están llorando. El
dios llevó la risa del niño y “amarillo” le pusieron a ese séptimo color.
Para
entonces los dioses ya estaban cansados y se fueron a dormirse y los dejaron a
los colores en una cajita, botada bajo una ceiba.
La cajita no
estaba bien cerrada y los colores se salieron y empezaron a hacer alegría y se
amaron y salieron más colores diferentes y nuevos y la ceiba los miró todos y
los tapó para que la lluvia no los borrara a los colores. Y cuando llegaron los
dioses ya no eran siete los colores sino bastantes y miraron a la ceiba y le
dijeron: “tu pariste los colores, tu cuidarás el mundo y desde tu cabeza
pintaremos el mundo”.
Y se
subieron al copete de la ceiba y desde ahí empezaron a aventar los colores así
nomás y el azul se quedó parte en el agua y parte en el cielo, y el verde le
cayó a los árboles y las plantas, y el café que era el más pesado, se cayó en
la tierra, y el amarillo que era una risa de niño voló hasta pintar el sol, el
rojo llegó en su boca de los hombres y de los animales y lo comieron y se
pintaron de rojo por dentro, y el blanco y el negro ya de por sí estaban en el
mundo, y era un relajo cómo aventaban los colores los dioses, ni se
fijaban donde llega el color que avientan y algunos colores salpicaron a los
hombres y por eso hay hombres de distintos colores y de distintos pensamientos.
Y ya luego
se cansaron los dioses y se fueron a dormir otra vez. Puro dormir querían estos
dioses que no eran los primeros, los que nacieran el mundo.
Y, entonces,
para no olvidarse de los colores y se fueran a perder buscaron otro modo de
guardarlos. Y se estaban pensando en su corazón como hacer cuando la vieron a
la guacamaya y entonces la agarraron y le empezaron a poner encima todos los
colores y le largaron las plumas para que se cupieran todos. Y así fue como la
guacamaya se agarró color y ahí lo anda paseando, por si a los hombres y las
mujeres se les olvida que muchos son los colores y los pensamientos.
Y que el
mundo será alegre si todos los colores y todos los pensamientos tienen su
lugar.
Escrito por el Subcomandante Marcos, supuestamente el profesor Rafael Sebastián Guillén Vicente.
Aunque si le
preguntamos a Marcos ¿Quién es Marcos? nos dirá:
“Marcos es gay en San
Francisco, negro en Sudáfrica, asiático en Europa, chicano en San Ysidro,
anarquista en España, palestino en Israel, indígena en las calles de San
Cristóbal, chavo banda en Neza, rockero en CU, judío en Alemania nazi,
ombudsman en la Sedena, feminista en los partidos políticos, comunista en la
posguerra fría, preso en Cintalapa, pacifista en Bosnia, mapuche en los Andes,
maestro de la CNTE, artista sin galería ni portafolios, ama de casa un sábado
por la noche en cualquier colonia de cualquier ciudad de cualquier México,
guerrillero en el México de fin del siglo XX, huelguista en la CTM, reportero
de nota de relleno en interiores, machista en el movimiento feminista, mujer
sola en el metro a las 10 p.m., jubilado en plantón en el Zócalo, campesino sin
tierra, editor marginal, obrero desempleado, médico sin plaza, estudiante
inconforme, disidente en el neoliberalismo, escritor sin libros ni lectores, y,
es seguro, zapatista en el sureste mexicano.
En fin, Marcos es un ser humano cualquiera
en este mundo. Marcos es todas las minorías intoleradas, oprimidas,
resistiendo, explotando, diciendo “¡ya basta!” Todas las minorías a la hora de
hablar y mayorías a la hora de callar y aguantar. Todos los intolerados
buscando una palabra, su palabra, lo que devuelva la mayoría a los eternos
fragmentados, nosotros. Todo lo que incomoda al poder y a las buenas
conciencias, eso es Marcos.”
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