viernes, 30 de diciembre de 2016

¿A qué huele la inspiración?

Con las dos manos la rodeas,
juegas primero, malabareas.
Admiras su forma, circular, compacta.
La pasas de una mano a otra,
hincas un poco la uña
y se empieza a desprender el olor.

Huele, huele, la inspiración huele.
Se te cuela ese aroma y te llena los pulmones.
Respiras, te relaja…
Cuando estás preparada hincas un poco más la uña
la empiezas a pelar.
Al principio cuesta quitar la piel
pero una vez que empieza se hace muuuuy fácil.

Finalmente, sin darte cuenta se ha desprendido
toda la piel, y ahí está,
la inspiración,
desnuda en todo su esplendor.
Está lista para comerse, saborearse,
sacar todo el jugo posible…

La inspiración necesita ese tiempo primero
pero después es deliciosa.
Es un manjar de la vida,
es vitalidad misma.
Es crecimiento y paladar
gusto y sapiencia.
Es frescura en la boca,
es zumo, es sabor.

Y es ahí cuando empieza a coger forma,
cuando la muerdes y la comprendes,
cuando la puedes describir y hacer explícita.
Cuando la masticas, la tragas,
la haces tuya.
Está en ti, dentro de ti, te acompaña.
Puedes moldearla y retocarla.

Te ha aportado energía y te sirve
para seguir buscándola y encontrándola.
Y ya nunca la olvidas, porque es imposible olvidar el sabor, el aroma de la inspiración.


Por eso, la inspiración huele a mandarina.

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