Dejo aquí un cuento precioso que reflexiona sobre los saberes y por qué es tan importante y bonito compartirlos y crear redes.
Imaginad que alguien, después de estar
mucho tiempo observando a las personas, descubre algo y se lanza al camino
porque necesita dar a conocer lo que ha aprendido.
Imaginad que visita un pueblo y ve que
sus gentes no saben que tienen a su alcance buenos alimentos y tampoco saben
cocinarlos bien. Les muestra cómo elegir libremente lo que quieren comer y
dónde pueden encontrarlo. Hasta les dice que no hace falta comer mucho para
estar bien alimentados. Y les demuestra que pueden disfrutar del aroma, la
textura, el sabor y el olor de, incluso, unas simples hojas de verdura. Y les
enseña cómo cocinarlas sin necesidad de utensilios o aparatos sofisticados, y
que el fuego, algo que sus antepasados ya conocían, es la mejor herramienta, y
la lentitud. Les habla de cocinar disfrutando de cada acción, por pequeña que
sea. Les dice cómo pueden conservar sus alimentos para disfrutar de ellos
cuando los necesiten o les apetezca. Les dice también que tan importante como
la comida es el comer acompañado, con sosiego, con mantel limpio si es posible,
con frugalidad, con buen humor… Imaginad que todo esto y más les enseña esta
persona a los habitantes de aquel pueblo.
Seguimos con la historia. Un día tiene
que irse. Le manifiestan que han aprendido mucho. Quiere saber qué han
aprendido y le dicen que a elegir sus alimentos libremente, a cocinarlos para
que sepan bien y no pierdan propiedades y a compartirlos con otras personas con
alegría. Le dicen que es buena su sabiduría (así llaman a sus conocimientos
aprendidos por simple observación). Ve entonces esa persona que se puede ir a
otro lugar para enseñar a sus gentes lo mismo que ha enseñado a estas. Se
despide y les pide que se organicen para recoger sus alimentos, para seguir
aprendiendo a cocinarlos y para celebrar comidas, aunque no haya motivo alguno.
Simplemente porque sí. También les pide que muestren esta “sabiduría” que han
aprendido a otras personas, ya que si a ellas les hace bien y la han recibido
como un regalo, es lógico que otras personas tengan la misma oportunidad. Le
dicen que sí, que se organizarán y que llevarán la sabiduría recibida a otras
personas. Y se va confiada y alegre. Camina con brío al emprender su viaje,
aunque sabe que va a echar de menos a las gentes de ese lugar.
Visita pueblos, ciudades y aldeas muy
diferentes y distantes, y muestra que hay alimento al alcance de cualquiera,
pero insiste en que es esencial cocinarlo adecuadamente y celebrar comidas
sencillas para conseguir amistad, el mayor tesoro. Las gentes le dan las
gracias, mientras esta persona les dice que enseña por necesidad ya que la
sabiduría no sirve de nada si no se comparte. Y les anima a que lleven esta
sabiduría a todas las personas. Les dice cómo, aunque les advierte de que hay
muchas maneras de hacer llegar algo a los otros. Les dice que pueden celebrar
comidas e invitar a personas que no saben que tienen alimentos a su alcance ni
tampoco cómo cocinarlos, y que les pueden explicar cómo hacerlo.
Suelen decirle que han aprendido bien
cómo elegir los alimentos, ya que solo tienen que dejarse llevar por su
intuición (por su deseo, llegan a decir), pero que necesitan mejorar esa manera
de cocinar en la que los alimentos no pierden propiedades y saben muy ricos.
Como lo dicen sinceramente, esta persona les contesta que volverá para seguir
ampliando este aprendizaje en la cocina.
Se dedica a viajar para encontrarse con
personas de diferentes lugares y condiciones con el fin de enseñarles a hallar
en sus propios lugares los alimentos que necesitan y a enseñarles a cocinarlos
aunque sea muy básicamente para que disfruten de ellos apreciando todos sus
valores, y siempre les anima a que se encuentren con otras personas para
compartir sus alimentos y su manera de cocinarlos con alegría y sin olvidar la
frugalidad ni el mantel.
Un día, en uno de sus viajes, una
persona pequeña, pero que había empleado mucha energía en dar a conocer lo que
ha recibido, le dice que es necesario que todas las personas del mundo sepan
cómo encontrar los alimentos que están al alcance, cómo cocinarlos
adecuadamente y que haya muchos encuentros gozosos en torno a esas comidas. Le
dice también que hay mucha hambruna y tristeza en las gentes de a pie y que
esas personas necesitan alimentarse y encontrarse entre ellas en torno a una
comida. Sería tan bueno que pudieras hacerlo… Y recibe una contestación: Lo
haremos, pero hemos de hacerlo todas las personas juntas. Si quienes ya sabemos
esto nos organizamos bien, tal vez podamos llevarlo a todo el mundo como
solicitas. La mujer pequeña (esta persona era una mujer) dice que no está bien
no dar a conocer esta sabiduría, esta posibilidad de mejorar nuestras vidas, que
ahora que la conocen son responsables de compartirla. Eso hago yo, contesta la
persona que se lo enseñó, pero a veces me encuentro sola en medio del camino.
La mujer pequeña le dice que es necesario ahuyentar soledades. Le da las
gracias a la persona pequeña por haberle dicho aquello. También le da un abrazo
grande.
Al poco tiempo, escribe a todas las
personas que ha visitado para explicarles que es necesario organizarse para
llevar esta sabiduría a todos los lugares del mundo, pero pide que le aporten
sus reflexiones y propuestas. Como no sabe cuántas personas conocen esta
sabiduría, también les pide ayuda para hacer una especie de censo. Esto hace, y
lo hace con una sonrisa enorme.
Piensa que se van a apuntar todas, que
va a recibir muchas reflexiones, variadas propuestas, incluso contrarias unas a
otras, pero siempre razonadas para conseguir ser eficaces y compartir bien
aquella sabiduría. Le entristece cuando algunas de esas personas reconocen que
les sientan muy bien los alimentos y más si son cocinados de esta manera, pero
no dicen nada de la necesidad de llevar la sabiduría por todos los lugares y a
todas las personas, y más a quienes más hambre tienen y con más soledad e
incomprensión se hallan. Le entristece que algunas personas solo piensen en su
estómago y en compartir comida con aquellas otras que les caen bien; pero,
siempre observa con atención a los humanos y sus pasiones, para comprender lo
que les impulsa a encerrarse en sí mismos y hasta a odiarse y a llevar vidas
tan infelices. Le entristece, pero lo respeta. Aunque piensa que, a veces, un
estómago lleno vacía el cerebro y sobre todo el corazón. En cualquier caso, se
alegra de que hayan aprendido a conseguir alimento y a cocinarlo, y de que
valoren las comidas compartidas.
Pero, a pesar de esta tristeza, le
apoyan otras personas, pocas, que creen en la necesidad de compartir la
sabiduría aprendida. Algunas argumentan que les encantaría compartir comida con
personas muy distintas. Entonces piensa en el encuentro de personas y comidas
muy diferentes, y esto le llena de gozo.
Con el tiempo, comprueba que ciertas
personas siguen beneficiándose de lo aprendido pero sin comprometerse para
compartirlo, y quiere considerar esto como un logro, no como algo malo en sí.
Pero otras se van organizando, y crean un verdadero plan para que esta sencilla
sabiduría tan necesaria llegue a gentes de todos los lugares.
La historia no acaba aquí. Estas
personas están en medio del camino. Se las puede encontrar. Las reconoces por
su sencillez, por la limpia alegría que comparten, y por sus alimentos. Si te
las encuentras, aunque sea a deshora (que es cuando ocurren los encuentros
verdaderos) les puedes preguntar por esa “sabiduría”. Entonces, se sientan
junto al camino contigo y comparten su frugal comida. Te dicen que no tengas
prisa, que la lentitud es un valor en la comida, que la saborees, que la
huelas, que la comentes, que dejes volar tu imaginación y recuerdes historias
olvidadas o sueñes situaciones imposibles y que, si quieres, se las cuentes. Y
te cuentan algo de ellas, un simple detalle en el que quizá te reconozcas.
Luego, siguen su camino y se alegran si les acompañas, o te abrazan y te dicen
dónde puedes encontrarlas. Y si algún día tienes alguna duda, podrás
comunicársela. Y también podrás invitarlas a comer.
De todo ello, quizá surja una amistad de
las que alimentan la vida. Y hasta podrías llegar a ser amigo de sus amigos.
Pero ahora sabes que la sabiduría muere
si no se comparte.