Me acaba de pasar algo fascinante.
Son las 22:55, estoy en casa, en mi habitación, mirando
cosas en el ordenador cuando de repente suena el timbre. Pienso “qué raro, ¿quién
llamará a estas horas?” Me asomo a la ventana de arriba y veo una bici. Vuelven
a llamar con insistencia. Bajo rápido las escaleras y me asomo a la ventana del
salón con un poco de inquietud (por no decir miedo). Entonces veo que es Ilze,
mi amiga Letona, la que está al otro lado de la puerta. Pienso “¡Ilze! ¿Qué le
pasará?” y le abro la puerta en seguida. Sin darme tiempo si quiera a preguntar
me dice “I’ll come in” y lleva un gran tapper de plástico en las manos. Entra
en mi salón y deposita dicho tapper sobre la mesa. “Ok. This is your bread for
tomorrow and… give me some plate” Yo, simplemente alucinando, busco rápidamente
un plato, donde a continuación mete cuatro muslos de pollo. Mi estado es tal
shock que me empiezo a reír sin parar y le abrazo. Me dice “What? I had so much chicken that I just
thought I needed to share it” “You are crazy, Ilze, thanks so much, I love you”
Le contesto sin parar de reír. “I know, I love you too” Me dice. A
continuación le deseo buenas noches y le acompaño a la puerta, se va hacia la
casa de Alba, a la que dará otros cuantos muslitos.
Este pequeño acto, parece una cosa tonta y mundana.
Especialmente, no será nada llamativo o curioso para la gente que trabaja en el
gremio de la repostería, como Ilze, donde es normal que sobre la comida en el
restaurante y te la lleves a casa. Pero para mi, este gesto aparte de
emocionarme muchísimo y hacerme reír, una vez más, con la loca de Ilze; me ha
hecho pensar. Me ha hecho pensar en la generosidad y en lo bonito que es
compartir. Compartir entre humanxs, compartir para sentirnos un poquito más
seres pertenecientes al mundo y no al revés. No un mundo que nos pertenezca.
Porque compartir es la forma más natural de vivir. Y porque el mundo, La
Tierra, no nos pertenece. Nada nos pertenece. La propiedad es un invento del
ser humano para velar por los intereses individuales de algunos señores que un
día decidieron que ellos merecían más que el resto. ¿Qué es la propiedad?
Pregunta Proudhon en una de sus obras más importantes. Pues bien, según él la
propiedad no es más que una excusa para justificar el sistema de explotación
que se esconde detrás del trabajo asalariado. Una excusa para justificar la
diferencia social entre los patrones y los obreros. Entre ricos y pobres. Entre
los que tienen más (dinero, bienes, poder) y los que menos tienen. Para ellos
es importante la propiedad, para que persista este sistema en el que si no
tienes dinero no eres nada. Pero, ¿qué es el orden mundial para la gente de la
calle? ¿Acaso tener más dinero me va a hacer más feliz? No lo creo. Y lo he
podido comprobar esta noche, aquí y ahora. Donde un simple gesto de generosidad
entre amigas significa todo un mundo de alegrías. La Tierra está para que la
cuidemos, para que la trabajemos y saquemos provecho de todo lo que nos ofrece.
No haría falta más que lo necesario para cada día y compartiendo entre iguales,
todo se aprovecha más y sabe mejor. No hay necesidad de sobreexplotar, tenemos
miles de cosas que apenas utilizamos. ¿Y todo para qué? Para sentirnos más
ricos, más poderosos. O eso es, por desgracia, lo que nos hacen creer.
Pues bien, reniego de este orden establecido. Reniego de la
propiedad privada o pública. De toda propiedad. Reniego de la desigualdad
social basada en la riqueza y los bienes. Reniego de la usurpación, ya que el
robo es simplemente una consecuencia de la inventada “propiedad”. Todo es de
todas. Y con esta frase no apelo al socialismo, no. Me refiero a que realmente
todo, en la naturaleza, pertenece única y exclusivamente a ella misma. Y por
consiguiente a todos los seres que formamos parte de ella. Nada nos pertenece
porque nosotras mismas somos pertenecientes a algo mayor. Por eso, reitero,
todo es de todas. Compartir es un gesto precioso que satisface a ambas partes.
Deberíamos preocuparnos más por buscar este sentimiento; ya que lo que nos da
bienestar no es tener más dinero, más objetos, bienes u otras absurdas
invenciones; sino el sentirnos humanos, el amor y la libertad. Que sólo se
consigue actuando en armonía con La Tierra y todo lo que la forma.
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